Descarada y elegante como una amapola.

 

A finales de Abril hicimos un curso de residencia de al200porcien. Aunque yo era parte de la organización, también fui participante y tengo que reconocer que fue una experiencia maravillosa desde ambas posiciones.

Estábamos en Teruel, en el precioso entorno natural del Estrecho de Mijares. En una de las actividades coincidí con Marta. Ya había anochecido y estabamos prácticamente a la luz de las velas en la última planta de una preciosa casa del s.XIX. El suelo era de madera y sobre él todos sentados entre mantas, apuntes y colchonetas de Yoga.

La dinámica era la del retrato chino, no se si la conoceis pero se trata de describir algo o a alguien a través de una estructura de frase tal como así:

Si Marta fuera una flor sería…...porque…

Marta era la participante a la que menos conocía y, aunque habia meditado alguna vez con ella y tambien habíamps compartido algunas risas, me di cuenta de que detrás de esa preciosa sonrisa, había todo un mundo por descubrir. Como parte de la actividad hablamos un rato, nos contamos nuestros viajes y nuestros colores favoritos y de nuevo entre risas comenzamos la mejor parte...

En ese momento, me vino que Marta era una amapola, parecía muy viva y muy campechana, pero conforme iba terminando la frase le dije, creo que eres la pequeña amapola que representa la marca Kenzo, descarada pero elegante a la vez. No sabía cómo explicarlo, algo me decía que ella era así, pero no sabía porqué.

Unos días después del curso, recicí un mensaje: "ya tienes mi testimonio en el email" y me la imaginé sonriendo como siempre. No pude evitarlo y aunque era tarde, abrí el correo desde la cama y cuando Rubén llegó a la habitación le dije: son estas cosas las que hace que nuestro trabajo valga la pena. Entonces, con la piel erizada y sin palabras lo tuve claro. Preciosa y frágil como la amapola de Kenzo.

No era yo.

La que, mientras daba un paso, cuestionaba el paso que acababa de dar y a la vez pensaba en la mejor forma de dar el siguiente, no era yo.

La que necesitaba tres cafés para despertarse y un diazepam para dormir, no era yo.

La que lloraba a escondidas pero salía a la calle maquillada y forzando la sonrisa, no era yo.

La que siempre tenía miedo, no era yo.

La que pasaba horas intentando decidir y, al final, no hacía nada, esa tampoco era yo.

La que se culpaba y se censuraba, no era yo.

La que prefería estar trabajando para no pensar, la que prefería dormir para no pensar, no era yo.

No era yo la que no disfrutaba de la soledad. Tampoco de la compañía.

No era yo la que sufría continuas crisis de ansiedad y angustia.

La que intentaba agradar a todo el mundo y hacía las cosas sin querer hacerlas, no era yo.

No era yo la que, en mitad de la noche, se despertaba y pensaba que sería mejor estar muerta.

No era yo la que buscaba en el exterior la causa de mis problemas.

Y mi “No Yo” se presentó en casa de Rubén y Laura, escéptica y desconfiada. Y justo ahí estaba Yo, mi yo con mayúsculas. Siempre había estado ahí pero, ¿cómo encontrar fuera lo que tienes dentro? Porque dentro de mí están las respuestas, dentro de mí está la fuerza, la calma, la satisfacción, la valentía, las ganas, la felicidad, el amor…

Y así comenzó mi relación con la Meditación Trascendental. Cinco meses después y, todavía siendo principiante, siento que he empezado a entenderme y quererme, y eso, se refleja exteriormente.

Me despierto temprano, agradecida, con ganas de aprender, ilusionada, con ganas de vivir.

De todo corazón, gracias.